Diariofolk

Entre el pulso del alma y la memoria sonora

Con Sol y Luna, Ángel Lévid entrega una nueva página en su recorrido como cantautor de raíz, tejida con sensibilidad, oficio y un firme compromiso con la música tradicional. Lejos de acomodarse en fórmulas previas, el vallisoletano apuesta en este séptimo disco por un trabajo profundamente personal, en el que la creación artística se da la mano con una sincera mirada interior.

Grabado en solitario, Sol y Luna reúne once canciones originales —música y letra firmadas por el propio Lévid—, además de una ronda compuesta por Cris Zagaleja, que beben de las estructuras rítmicas, los timbres y los modos expresivos del folclore castellano. Pero no se trata de un ejercicio de recreación: hay aquí una voz propia, que respeta la tradición al tiempo que la reformula desde la experiencia vital y el presente.

La producción, sin grandilocuencia, es fiel reflejo del espíritu del disco: cercana, artesanal, con atención al detalle y un protagonismo claro de los instrumentos tradicionales. Las guitarras dialogan con dulzainas, zanfonas, pitos castellanos, gaitas, tamboril y diversas percusiones que van dando forma a un paisaje sonoro rico. La voz de Lévid, cálida y directa, es el hilo conductor que da cohesión al conjunto.

En lo emocional, Sol y Luna gira en torno a pilares universales: el amor, la añoranza, la alegría por la vida, la honestidad como refugio. Son emociones primarias, esenciales, que se despliegan con una naturalidad que conmueve. Cada tema parece ofrecer una ventana abierta a lo humano desde lo cotidiano.

El disco cuenta además con dos aportaciones significativas: un prólogo literario de Rafael Monje, que actúa como marco reflexivo de la obra, y la mencionada ronda compuesta por Cris Zagaleja.

En escena, estas canciones cobrarán nueva vida gracias a la complicidad de los músicos habituales de la formación Lévid Folk, verdaderos aliados en la expansión sonora de una propuesta que en directo se enriquece sin perder su esencia.

Tras trabajos como Tradición Contemporánea (2013), A Caramelo (2020) o El tiempo en mi piel (2022), este nuevo álbum confirma la madurez creativa de Ángel Lévid: un artista que no ha dejado de crecer desde el respeto a las raíces, con una voz cada vez más reconocible y un discurso cada vez más sincero.

Sol y Luna no busca deslumbrar; busca acompañar. Es un disco que invita al recogimiento, que habla desde lo profundo y que se instala sin esfuerzo en el corazón de quien lo escucha. Un trabajo honesto, hecho a fuego lento, que nos recuerda que lo esencial —como la buena música— nunca pasa de moda.