Diariofolk

Con una sólida formación clásica y jazzística, a la hora de hacer el segundo disco a su nombre, el pianista Carlos Bianchini ha optado por tirar por el camino de en medio y ha forjado una obra en la que la música clásica y el jazz se entremezclan, creando una especie de banda sonora a la que sólo le falta la película a la que acompañar.

Pero si no hay película, existen las imágenes sugeridas por un conjunto de paisajes, y eso es lo que ha hecho el productor, compositor e intérprete barcelonés: construir una sinfonía basada en las sensaciones causadas durante sus estancias en diferentes lugares del Estado español -Madrid, León y Xàbia- t también en Nueva York y en Siberia, a las que ha añadido una serie de piezas cortas -de alrededor de un minuto- encargadas por un festival holandés.

Para llevar a campo tal empresa, Bianchini ha viajado a Hungría junto al director de orquesta Joan Martorell para grabar estos Paisajes con la Budapest Symphony Orchestra y su correspondiente coro. El resultado de la operación ha sido este ambicioso y original CD, en el que abundan las piezas con cierto sabor romántico de la vieja escuela, pero sin desdeñar una tendencia impresionista más contemporánea. Dicho de otra manera: de Chopin a Satie, por citar dos nombres populares, pero vistos desde el siglo XXI y desde una perspectiva jazzística. En definitiva, dos escuelas, dos géneros, dos estilos por el precio de uno.

Lástima, no obstante, que nos hayamos quedado sin la película. Aunque si cerramos los ojos, seguro que la imaginaremos. Porque la música consiste en eso: en suscitar la capacidad de abstracción.