Diariofolk

Entrador es el título de un viejo tango de Alfredo Gobbi. Y según el Diccionario del habla de los argentinos de la Academia Argentina de Letras, es aquella persona simpática y agradable, que sabe ganarse rápidamente la confianza y la amistad de los otros. Y entrador resulta entonces –como lo anticipa su título­– este primer trabajo discográfico del sexteto del mismo nombre. Porque invita de inmediato a escuchar y a bailar.

Nacido como una idea del pianista Tomás Nine y del contrabajista Damián Sánchez, este colectivo de jóvenes músicos decidió adoptar –con ligeras variantes– la estructura de sexteto que supieron imponer figuras emblemáticas del tango como Roberto Firpo y Julio de Caro, que hoy se conoce como Orquesta Típica en su versión más reducida y que utilizan gran parte de las orquestas de tango surgidas en las últimas dos décadas. El Sexteto Entrador que grabó esta placa está integrado por los mencionados Tomás Nine (dirección, arreglos y piano) y Damián Sánchez (contrabajo), a los que se agregan Guido Wardak al cello, Martín Cecconi al bandoneón, Luis Alberto Simó al violín, el cantor Pablo Fayó y la violinista francesa Charlotte Latzarus, a quien hoy reemplaza Andrés Magula.

Hay varias cosas que llaman la atención en este álbum. La primera es que, pese a la juventud de sus integrantes, el sexteto haya elegido un repertorio bien tradicional –a excepción de La garlopa, un tema de Nine), con obras de la llamada Época de Oro del tango, evitando páginas que, de tan transitadas, ya se han convertido en tópicos. Estamos hablando de compositores como los ya nombrados Firpo y Gobbi, pero también de Mariano Mores, Enrique Cadícamo, Juan Carlos Cobián, Agustín Bardi y otros que le dieron brillo a esa década del ´40, cuando con la llegada al poder del peronismo el tango dejó los lujosos salones de baile de la aristocracia para ganar popularidad entre la ascendente clase trabajadora.

La segunda cosa que sorprende es la solvencia con la que estos músicos abordan las partituras. Sus interpretaciones son potentes, de una contundencia que tal vez explique el hecho de haberse fogueado en el circuito de milongas de Buenos Aires. Pero no es ese brío que proviene de una actitud cercana al rock, como es el caso de otros colectivos actuales, como la Orquesta Típica Fernández Fierro (por nombrar sólo al más arquetípico). Aquí, el ímpetu en la interpretación no está reñido con la elegancia y la sutileza, dos méritos atribuibles a los arreglos de Tomás Nine.

La impronta vintage del repertorio se ve reforzada con las intervenciones vocales de Pablo Fayó, un cantante que parece llegado del pasado a través del túnel del tiempo y cuyo estilo personal –casi anacrónico– se manifiesta a pleno en la deliciosa versión que hace de El inquilino, una milonga de 1954 de Javier Mazzea y Carlos Lucero.

La mención de este cantor da pie para hacer una referencia a un aspecto de este CD que no tiene que ver con lo musical, sino con el mundo del dibujo y el cómic: Fayó carga un pasado como dibujante humorístico que decidió dejar a un costado para colgarse la guitarra al hombro y recorrer los bares interpretando tangos marginales, como lo refleja el filme Algo Fayó (2017), de Santiago García Isler. Mientras que Tomás Nine, sin ser dibujante, proviene de una familia de artistas gráficos. Para quienes conozcan este dato no resultará un dato casual que el diseño gráfico del álbum sea obra de su hermana, María, y que la ilustración de portada lleve la firma de su hermano Lucas.