Diariofolk

Como acostumbra Xabi Aburruzaga (Portugalete, 1978) su último disco es un feliz arcoriris de influencias, instrumentación, colaboraciones y tradiciones. Bost hace el quinto trabajo en la discografía del trikitilari, en el que ha dado rienda suelta a las experiencias personales que ha vivido en los últimos años. Es un viaje interior a esas vivencias acumuladas, pero también al pasado, al recuerdo de la niñez, al de los queridos amigos. Y más recientemente, a la paternidad recién inaugurada y todo ello mecido por un profundo amor a su instrumento, la trikitixa.

El disco se abre con una pieza luminosa, un Reel québécois donde cuenta con la participación de otro acordeonista monumental, Yves Lambert, fruto de su estancia en Canadá. Los recuerdos de su niñez se acumulan en Bilbao-La Robla y Waltz for Velilla, otro viaje, en esta ocasión a Palencia, la tierra de sus abuelos. Y también con la participación de dos buenos amigos, Diego Galaz  y Jorge Arribas.  Meigas conecta la tradición euskaldún con la gallega, aquí son las pandereteiras Tanxugueiras las que ponen la nota rítmica. Y por supuesto hay piezas que beben de la tradición vasca, como esa preciosidad que es Irumugarrieta 2.0, tan solo interpretada por el acordeón y el piano de Koldo Uriarte, un homenaje al padre de su íntimo amigo Aitor Uribarri, que toca el pandero en la banda de Xabi. El disco termina con otra pieza radiante, Zortzi jauzi, que le emparenta con un festivo ritmo que nos acerca al country.

Además de Aitor Uribarri y Koldo Uriarte, antes mencionados, el grupo que le acompaña se completa con Jon Cañaveras, contrabajista, Eriz Pérez, guitarra acústica y los bailarines Arkaitz Pascuas y Nagore de las Cuevas.

Bost es una rica mezcolanza de un músico ecléctico en plena madurez y creatividad, un motivo de alegría y color en una primavera gris.