Diariofolk

Reaparecen en este 2017 una de estas bandas cuyo surgimiento, hace bastantes años ya, nos dejó con ganas de saber más de ellos y de su trabajo. Se trata de los riojanos Tündra, provenientes de una tierra escasa en ofertas musicales en el llamado folk de renovación.

Y esta buena noticia viene acompañada de otra mejor, pues entre sus filas encontramos como nuevo fichaje nada menos que a Rafa Martín, fundador de grupos como La Musgaña o la Bruja Gata, bandas de incuestionable calidad en las que Rafa ya dejó muestras de su buen hacer. Afincado ahora en La Rioja, se ve que no ha perdido el tiempo y ha dado con una formación en la que bien encaja con sus instrumentos de cabecera (la zanfona, sobre todo, pero también la versión moderna de la escandinava nyckleharpa).

El resultado del encuentro es uno de los discos más interesantes del folk patrio actual, como veremos. Pero hagamos antes un poco de historia.

Tündra puede presumir de tener un origen peculiar, al nacer del encuentro entre un percusionista baterista del jazz (Jorge Garrido) con un lutier de instrumentos de cuerda frotada (Daniel Latorre), con el objetivo de unir el sonido del folk centroeuropeo y escandinavo con el castellano -según nos contaron en su momento- y con la premisa de buscar sonoridades y texturas ajenas al folk. A esta fiesta se unió Francisco González con la guitarra eléctrica y todo el tinglado de efectos, samplers y loops que caracterizan la sonoridad de Tündra, e Ignacio Benito con los instrumentos de viento. Arrancaron su carrera grabando varios temas sueltos, reunidos en 2010 a un disco de presentación con cuatro cortes, y con el título de Folk ancestro sideral que tal vez no fuese demasiado acertado para definir su buen trabajo.

Con este mismo título llegó su primer disco oficial, de 2013 y en el que encontramos lo que sí definiría un sonido propio y bien estructurado, de bases de percusión y efectos junto a bajo y sonoridades eléctricas, en llamativo contraste con las melodías acústicas y ese timbre especial de la zanfona, que le permite caminar cómodamente entre los universos acústico y eléctrico y actuar a su vez en la franja intermedia como elemento de empaste entre melodías y acompañamientos. Bien elegidos los ingredientes, el menú se diseñó a base de composiciones propias y otras tradicionales, tanto del centro y norte de Europa como del interior peninsular. En todas ellas, Tündra parece buscar el trance, ese pulso que a modo de sentimiento hipnótico (¿tal vez ritual?) que subyace en muchas de las composiciones que nos han llegado vía tradición. Algo en lo que el rock progresivo puede aportar mucho.

Desde 2013 pocas noticias hemos tenido de ellos, pero ha sido un tiempo bien aprovechado y justificado a la luz de este nuevo disco. En Bastardüs encontramos una continuidad natural de este estilo aunque con novedades, como en la estructura de los temas, recuperando espacios para que respiren mejor las melodías interpretadas con instrumentos como la cuerda frotada o la flauta de tres agujeros, pues se acentúa una vuelta de mirada hacia el repertorio tradicional del interior peninsular, cuidando sus formas de expresión. En cierto modo, cada uno de los cuatro bloques sonoros de esta banda parece haber encontrado una posición cómoda y más madura, al servicio de un repertorio eminentemente tradicional pero con destacadas excepciones como el Blue Pepper de Duke Ellington, Lonely Woman de Ornette Coleman con base de ajechao, o Mit Günstlichem Herzen, del minnesinger del siglo XIV Oswald von Wolkenstein.

La estructura de la banda sigue siendo similar, repartiendo el trabajo entre cuatro músicos: vientos (flautas, gaitas charras, gaitas de fuelle), percusiones, guitarra eléctrica/samplers y, finalmente, cuerda frotada (zanfona/nyckleharpa), contando con dos invitados de lujo como José María Climent (La Musgaña) al violín y José Ramón Jiménez (La Bruja Gata / L’Rollin Clarinet Band) al clarinete siempre espectacular.

Como resultado, un disco muy trabajado, cargado de elementos para descubrir en sucesivas escuchas, con una calidad indudable de concepción e interpretación y, sobre todo, de imaginación puesta al servicio de aquéllas, logrando una sonoridad personal que caracteriza un carácter propio de la banda. Todo ello envuelto en la obra gráfica de ese folki del diseño llamado Luis Barbolla, al que muchos persiguen para materializar gráficamente su música, cuestión esencial si seguimos luchando por el valor del disco como tal.

Más información: www.tundraband.com